EL TROVADOR

Martin Mázik | Opera 2001

Lunes, 27 de enero, 20,00 horas

50€
2 horas y 45 minutos
Espectáculo recomendado para todos los públicos

El Trovador es una de las óperas de Verdi más apreciadas, incluso durante la vida del compositor. La ópera fue acogida con gran entusiasmo en su estreno, el 19 de enero de 1853 en el Teatro Apollo de Roma; el propio Guiseppe Verdi dijo que era su ópera más famosa. Junto con La Traviata y Rigoletto.
El Trovador sigue siendo una de las óperas de Verdi más representadas y famosas a nivel mundial. El libreto de Salvadore Cammarano fue completado por Leone Emmanuele Bardare tras la muerte repentina de Cammarano, y está basado en la obra del dramaturgo romántico español Antonio García Gutiérrez (1836). El drama ofreció a Verdi material extraño y original que le dio una oportunidad para cambiar los lugares y las escenas que son ricas en contraste, para lo cual Verdi desarrolló una maravillosa diversidad de melodías y expresiones. La riqueza de sus melodías es casi pródiga, el coro Anvil cantado por gitanos en el segundo acto, Vedi le fosche notturne, ha sido interpretado en muchas ocasiones, incluso por Glenn Miller y su banda de jazz. La trama se desarrolla en el ambiente sombrío de la España del siglo XV y narra la romántica historia de amor de Leonora y su trovador Manrico. Una ópera llena de amor y odio, heroísmo y venganza.

TRAMA:
Una gitana quemada en la hoguera es el comienzo de una terrible venganza. Acusada de embrujar al hijo menor del viejo Conde de Luna, es condenada y devorada por las llamas a pesar de su inocencia.
En su agonía pide venganza a su hija Azucena que rapta al segundo hijo del Conde de Luna, de nombre Manrico, para quemarlo vivo. A causa de su enajenación, en lugar de lanzar a ese niño, por equivocación, es el suyo propio el que acaba en la hoguera.
Manrico es criado desde entonces como hijo de Azucena. Años más tarde el Conde de Luna, hijo del viejo Conde de Luna y hermano de Manrico, el niño raptado, ama obsesivamente a Leonora, dama de honor de la princesa de Aragón, con poca fortuna pues está enamorada de Manrico.
Entre los dos se entabla una rivalidad fatal que habrá de resolverse con la muerte. Solo así cumplirá la gitana su venganza

ARGUMENTO
ACTO I » EL DUELO»
Cuadro I
En el atrio del castillo de Aljaferia, en Zaragoza, capital del medieval reino de Aragón, el viejo Ferrando que fuera compañero de armas del difunto Conde de Luna y en ese momento comandante del ejército de su hijo, trata de mantener en vela a sus subordinados a pesar de lo avanzado de la noche, pues así lo requiere la situación del reino casi en estado de guerra civil. Entretanto, el joven Conde de Luna se pasea intranquilo por los jardines del palacio real echando nostálgicas miradas a la ventana de la noble dama Leonora de Sargasto. Ferrando se pone a contar a sus hombres historias sobre los extraños y legendarios acontecimientos sucedidos mucho tiempo atrás… Hace mucho tiempo, una gitana llegó hasta la cuna de los hijos del conde de Luna, embrujó a uno de los pequeños y el inocente enfermó como consecuencia del hechizo. La gitana fue perseguida, atrapada y quemada viva en la hoguera. En venganza, la hija de la desventurada que presenció la horrenda ejecución de su madre, raptó al hijo menor del conde y lo condenó a la misma muerte espantosa que sufriera su madre. La hija de la gitana jamás pudo ser capturada. ¿La reconocería? – preguntan los hombres de Ferrando. El escudero asiente .
Cuadro II
En el jardín del palacio, Inés, la confidente de Leonora, intenta en vano persuadir a su señora para que retorne a sus aposentos. Pero Leonora está pensando en un misterioso caballero que conoció en el torneo, aquel que venció a todos sus oponentes, jamás levantó la visera y desapareció en medio de la confusión de la guerra dejando en su corazón un recuerdo imborrable. Cada noche debajo de su ventana se escucha el canto de amor de un caballero desconocido, nombrándola con cariñosa devoción. Leonora está segura de que es él, pero parece que esta noche también transcurrirá sin el tan anhelado encuentro. El Conde de Luna aparece de las sombras nocturnas, decidido a confesar, por fin, su amor a Leonora. El tañido de un laúd interrumpe sus pensamientos y el trovador desconocido eleva su voz.
Luna hierve en cólera. Leonora acude al encuentro del conde, pero la equivocación sólo dura un instante: el caballero sale de entre los arbustos, ella se percata de su error, se arroja en los brazos del trovador y los dos hombres se enfrentan amenazadores. Luna exige al desconocido que se identifique. Manrico levanta la visera y dice su nombre. Luna está indignado: su rival en el amor es también su enemigo político a quien odia a muerte, el partidario del falso aspirante al trono, Duque de Urgel. Leonora intenta en vano separar a los enemigos, pero las espadas ya están desenvainadas y comienza un duelo que ambos saben habrá de ser a muerte.

ACTO II » LA GITANA»
Cuadro I
Los gitanos han asentado su campamento en las montañas de Vizcaya. El resplandor de las fogatas ilumina la noche. La gitana Azucena está sentada, ensimismada y taciturna. A su lado está Manrico, el trovador al que no deja de reprochar por haberle perdonado la vida al Conde de Luna en inferioridad de condiciones: si él hubiera estado en su lugar, jamás habría procedido con igual hidalguía. Manrico admite que un sentimiento incomprensible detuvo su mano. El reflejo de las llamas hace a Azucena revivir las terribles escenas de días pasados: la muerte de su madre en la hoguera y su última palabra :»¡Véngame!». Manrico es presa de un inquietante presentimiento e insiste en que la gitana le cuente toda la verdad. Azucena describe sus propias emociones al presenciar el horrible espectáculo de un ser humano quemado vivo, aun má s terrorífico si este ser es tu madre. Su agitación va en aumento y, al llegar al paroxismo, cuenta cómo se ingenió para raptar a un hijo del conde a fin de someterle a la misma muerte y cumplir así con su venganza. Pero cuál es su espanto cuando descubre que, ciega de furia y venganza, había arrojado al fuego a su propio hijo. Lleno de horror y de tensión, Manrico la mira: «¿Yo no soy tu hijo? ¿Quién soy? La gitana recobra el dominio completo de sus sentidos y atribuye la confusión a los terribles recuerdos evocados. Un mensajero trae dos noticias importantes: una, la fortaleza de Castellor ha sido tomada y a Manrico se le confía su defensa; la otra, Leonora, al creer muerto a su amado, decide tomar los velos en el vecino convento de la Santa Cruz. Manrico se apresura a partir: debe dar a Leonora una señal de que aún vive, antes de que las puertas del convento se cierren para siempre tras ella.
Cuadro II
Este mismo día Luna y sus seguidores llegan frente al convento para raptar a Leonora. Cuando se les acerca el cortejo en cuyo centro marcha Leonora hacia el altar, Luna sale súbitamente de su escondite, pero en el mismo momento se presentan en el lugar Manrico y sus fieles soldados. El conde no cree a sus propios ojos: ¿El rival que creí a muerto ha resucitado? La lucha estalla de nuevo, las monjas huyen despavoridas, Luna queda cercado y Manrico escapa llevándose a la dichosa Leonora.
ACTO III «EL HIJO DE LA GITANA»
Cuadro I
El Conde de Luna que ha partido con un ejército poderoso para reconquistar el castillo de Castellor está en su campamento revisando sus tropas antes del asalto al castillo, pero sus pensamientos están puestos en Leonora…
La captura de una gitana provoca una gran agitación. El conde la somete a un severo interrogatorio. La mujer niega y alega no saber nada sobre el rapto y la muerte del hijo de Luna, hace ya mucho tiempo atrás. Ferrando reconoce a la asesina, que es a la vez la madre del enemigo mortal del Conde de Luna. El fin de Azucena queda sellado y el de su hijo lo estará al amanecer.

Cuadro II
En lo alto del castillo Castellor, Manrico confiesa a su amada que el ataque del enemigo es inminente y su puñado de leales tendrá que hacer frente a un ejército muy superior en número. Acompañados de la solemne música de órgano que se escucha desde una capilla los amantes se juran fidelidad má s allá de la muerte. Ruiz, amigo y compañero de armas de Manrico, llega con la noticia de que la madre de Manrico está apresada en el campamento de Luna y va a ser ejecutada. Manrico le confiesa a Leonora ser el hijo de esa gitana. Solamente un ataque por sorpresa podría cambiar tal vez la suerte de Azucena. Con un entusiasta canto de combate – la famosa stretta – Manrico y sus hombres se lanzan al encuentro de sus enemigos.
ACTO IV «EL SUPLICIO»
Cuadro I
El asalto fracasa, Manrico cae vivo en manos de Luna y yace en la torre. Leonora que ha logrado escapar a travé s de las tropas de Luna cuando éstas atacaban Castellor, es guiada por Ruiz hasta los muros, detrás de los cuales se supone que está la mazmorra de Manrico. Una lejana campana dobla tristemente, monjes invisibles entonan el «Miserere», el canto fúnebre para los condenados a muerte. Leonora está horrorizada. Entonces se escucha la voz de Manrico desde su celda. Con estos elementos – el coro masculino, el desesperado canto de Leonora y la melancólica despedida de Manrico – Verdi crea una de las escenas más maravillosas del teatro musical. Aparece el Conde de Luna. Su orden es dura y precisa: al alba Manrico morirá bajo el hacha del verdugo y Azucena será quemada en la hoguera. Aparece Leonora que suplica al Conde de Luna por la vida de su amado. El conde la rechaza hasta que Leonora ofrece pagar el precio más caro: su propia persona. Leonora jura que tan pronto Manrico sea liberado, ella le pertenecerá. Pero mientras el conde manda abrir la puerta de la celda para permitirle a Leonora que le comunique su gracia a Manrico, ella ingiere el veneno que llevaba oculto en su sortija.
Cuadro II
En la celda Azucena, extenuada, se ha tendido un poco, a su lado vela Manrico empeñado en ahuyentar las tormentosas visiones que la asaltan. Finalmente, la gitana se duerme arrullada por una tierna canción que le recuerda las lejanas montañas de su tierra. Se abre la puerta, Leonora corre hacia Manrico y le suplica que abandone la prisión a toda prisa. ¿A qué precio ha comprado Leonora su libertad?- se pregunta aterrado. En medio del arrebato apasionado Manrico se da cuenta casi demasiado tarde de la suprema fidelidad de su amada: Leonora ha caído a sus pies agonizante; el veneno ha hecho su efecto. Luna entra en la celda y sin poder dominar su ira se percata del inevitable final de sus deseos y de la superioridad de su enemigo mortal. Manrico envía el ú ltimo adiós a Azucena que ha despertado despavorida . El triunfo de Luna es muy breve, pues ella le arrebata la victoria. Ha llegado su hora suprema:»¡Ese era tu hermano!» – echa a la cara del aborrecido enemigo. Y como si hablara con los muertos exclama: « ¡Madre, ya has sido vengada!» El Conde de Luna cae de rodillas: en toda su vida no logrará desterrar de su corazón el sentimiento de culpa.

Dirección:

Dirección musical:
Martin Mázik
Dirección de Escena:
Aquiles Machado
Dirección artística:
Luis Miguel Lainz

Reparto:

EL CONDE LUNA, barítono
Paolo Ruggiero, Nicola Ziccardi
LEONORA, soprano
Chrystelle Di Marco, Yeonjoo Park
AZUCENA, mezzo
Jiujie Jin, Maria Ermolaeva, Chinara Shirinova
MANRICO, tenor
David Baños, Haruo Kawakami,Vicent Romero
FERRANDO, bajo
Viacheslav Strelkov
INÉS, soprano
Leonora Ilieva
RUIZ, tenor
Federico Parisi
VIEJO GITANO, barítono
Aurelio Palmieri

Solistas, Coro y Orquesta de la Compañía Lírica OPERA 2001

Coro del coro lírico siciliano (Catania – Italia)

Equipo artístico:

Escenografía:
Alfredo Troisi
Vestuario :
Arrigo (Milán – Italia)
Pelucas :
Artimagine (Nápoles – Italia)
Calzado :
Calzature Epoca (Milán – Italia)