La compañía aragonesa Teatro Che y Moche llega esta semana al Teatro Principal con “Réquiem por un campesino español”, obra homónima del autor aragonés Ramón J. Sender, bajo el brazo. Una obra que nos cuenta la historia de Paco el del molino y Mosén Millán y que se estrena de forma oficial ante un público al que sorprenderá por muchas razones. Precisamente sobre ellas hablamos con su directora, Marian Pueo.
Teatro Principal: ¿Cómo surgió el proceso de creación fruto del cual es este Réquiem que presentáis en el Teatro Principal?
Marian Pueo: Montar este Réquiem fue idea de Joaquín, (Joaquín Murillo, actor que da vida a Mosén Millán) quien me propuso la idea. Releí la novela, que había leído hacía tempo y recordaba que me había gustado pese a no haberla entendido muy bien, y me di cuenta de que era una novela estupenda y que me había dejado más huella de la que yo misma creía. ¡Hasta pensé en por qué no se me había ocurrido a mi llevarla al teatro! (risas)
Así que le di el ok a Joaquín para ponerlo en marcha. Fue él quien se puso en contacto con Alfonso Plou para que llevase a cabo la dramaturgia de la obra. Éste se puso a trabajar y fuimos haciendo varias versiones, porque lo cierto es que ha sido una dramaturgia que ha estado viva hasta el final. Hemos ido haciendo modificaciones, algunas con permiso del dramaturgo…y otras menos.
Cuando releí “Réquiem por un campesino español” me di cuenta de que me había dejado más huella de lo que yo misma creía.
T.P: ¿Cómo fue el resto del proceso de trabajo?
M.P: Queríamos un espectáculo pequeño, intimista, con dos actores, que a la vez nos permitiese contar todo este universo “senderiano”. Por eso opté por rodearme de un equipo de confianza con el que ya había trabajado y entre los que están Óscar (Óscar San Martín, responsable del diseño del espacio escénico en la obra) o Arantxa (Arantxa Ezquerro, directora de vestuario) En definitiva lo que haces es rodearte de muchos profesionales con el objetivo de que su trabajo te ayude a contar la obra, incluso, a reafirmarte en determinadas ideas o partes del espectáculo (…) A lo largo de ese proceso hubo ideas que fueron surgiendo. En nuestro caso por ejemplo queríamos sacar la escultura de un Cristo, cosa que no estaba en la idea inicial, por lo que tuvimos que buscar a alguien que nos esculpiera ese Cristo y que fuera manejable, desmontable… que cumpliera una serie de características concretas para el espectáculo.
T.P: ¿Cuánto tiempo duró ese proceso de trabajo?
M.P: Empezamos a trabajar la obra en serio después del verano, y en este caso contábamos con la ventaja de tener un elenco pequeño, lo cual hace que trabajar te cunda mucho. Por otro lado, la suerte del teatro es que al ser un espectáculo en directo a medida que lo representas va creciendo y le vas encontrando matices de forma que lo puedes ir modificando, corrigiendo, afinando… hasta que llegue a ser lo que querías que fuera. Hasta que llega un momento que la obra deja de ser del director, sino que es de los actores y necesita que todo encaje, que todo fluya, que noten al espectador… y yo en ese momento me retiro y me siento “como si hubiera parido”
Llega un momento en que la obra deja de ser del director y yo me siento “como si hubiera parido”
T.P: Comentabas antes que no se te ocurrió a ti la idea de llevar este “Réquiem por un campesino español” al teatro, pero tampoco se le había ocurrido a ninguna otra compañía anteriormente. ¿A qué crees que se debe?
M.P: Quizá el hecho de que se llevara al cine ha condicionado a mucha gente. No sucedió en mi caso, porque yo no sabía si quiera que existía una película, por lo que no la leí con ojos cinematográficos sino adaptada el teatro. Algo que por otro lado tenía su complejidad. Teníamos que representar todo un pueblo solo con dos actores y parecía imposible… Pero lo hemos conseguido.
TP: Lo habéis comentado en rueda de prensa, “Réquiem por un campesino español” es una obra que tiene mucho de aragonesa.
M.P: Así es. Te ves reconocido en el propio el vocabulario, pero sobre todo en cómo son los personajes. Las relaciones entre personajes son muy aragonesas porque los aragoneses somos cariñosos, pero no lo demostramos, somos parcos, austeros, a veces… somos poco rococós en general. Y también se refleja en la obra ese ambiente rural de los años 30 del que aún tenemos herencia en los pueblos y en el que suenan las campanas, la vida agrícola está ligada al tiempo que hace o las bodas o bautizos son auténticos acontecimientos.
Las relaciones entre los personajes de Réquiem son “muy aragonesas”
TP: ¿Cómo son Paco el del molino y Mosén Millán, los dos protagonistas de la obra?
M.P: No son tan antagonistas como pueda parecer. Si funciona la relación entre ambos es porque por encima de ese antagonismo hay una relación de amistad desde niños. De hecho, en algún momento, como cuando Paco es joven, es una amistad paternal. Mosén Millán es un padre para Paco. Le entiende en cosas que su propio padre no lo hace. Es un refugio para él. También es verdad que es un cura atípico que, aunque representa la tradición y el cristianismo, es cercano a Paco.
T.P: Por último, ¿qué le dirías al público que va a venir disfrutar de este “Réquiem por un campesino español”?
M.P: Le pediría que se deje llevar. Que se deje “engañar” por los trucos de teatro que usamos. Porque en esta obra los cambios de personaje son a vista del público, a veces. No escondemos nada y por eso le pediría que se deje llevar por la historia. Que se deje emocionar, en definitiva. Réquiem es una obra que tiene momentos para la risa, para la carcajada, para la melancolía, para emocionarse y empatizar no solo con lo aragonés, sino con la propia historia y eso es para lo que hacemos teatro. Para que el público se emocione y se deje llevar por lo que está viendo. No puede quedarse impasible, tanto si le gusta, como si no. Tiene que salir distinto después de haber visto este Réquiem.
El público tiene que salir distinto después de haber visto este Réquiem.
T.P: Seguro que sí. Muchas gracias Marian y suerte con el estreno.
M.P: Gracias a vosotros.